Cuando hablamos de “acoso escolar” nos referimos a situaciones en las que uno o más alumnos o alumnas persiguen e intimidad a otro –víctima- mediante insultos, rumores, vejaciones, aislamiento social, motes, agresiones físicas, amenazas o coacciones. Estas acciones son repetidas en el tiempo, pudiendo desarrollarse a lo largo de meses e incluso años, pudiendo tener consecuencias devastadoras para la salud física y mental de la víctima. En la literatura especializada es frecuente la utilización del término inglés “bullying.
El primero en definir este fenómeno fue Dan Olweus, profesor de psicología de la Universidad de Bergen (Noruega, 1998), para quien la victimización o “maltrato por abusos entre iguales”, es una conducta de persecución física y/o psicológica que realiza el alumno o alumna, o un grupo de ellos, contra otro, u otros, al que elige como víctima de repetidos ataques. Ésta acción, negativa e intencionada, sitúa a los acosados en posiciones de las que difícilmente pueden salir por sus propios medios.
La continuidad de estas situaciones provoca en las víctimas efectos claramente negativos: descenso en su autoestima, estados de ansiedad e incluso cuadros depresivos, lo que dificulta su integración en el medio escolar y el desarrollo normal de los aprendizajes.
No se puede calificar de acoso escolar o “bullying” a situaciones en las que existen disputas de forma amistosa o como juego, tampoco cuando dos estudiantes a un mismo nivel discuten, tienen una disputa o se pelean o incluso cuando existe cierto abuso de poder de forma puntual.
Los casos de acoso escolar o “bullying” se caracterizan por las siguientes circunstancias o particularidades:
Estas situaciones de intimidación ocurren en contextos sociales en los que los docentes y las familias de los implicados pocas veces están al tanto de su existencia, mientras que los demás niños/as o no quieren involucrarse o, simplemente, no saben cómo ayudar.
¿Qué formas de acoso escolar o “bulling” podemos observar?
El maltrato entre compañeros y compañeras puede aparecer de forma muy diversa. No solamente se manifiesta a través de agresiones físicas, con frecuencia se presenta como un conjunto de intimidaciones de diferente índole que dejan a la víctima sin respuesta. Estas son algunas de esas conductas intimidatorios más frecuentes:
¿Dónde se produce y cuándo?
Si es en el propio centro escolar suele ocurrir en pasillos (cambio de clases), baños, vestuarios, entradas y salidas, en el comedor, en el transporte escolar y en lugares apartados del patio de recreo.
Si es fuera del centro suele ocurrir en los aledaños del propio centro o en zonas de camino a casa de la víctima.
Siempre ocurre cuando no hay adultos presentes. Muchas veces el profesorado tiene sospechas de que puede estar ocurriendo pero nunca con la certeza absoluta de que sea así.
¿Quiénes participan?
Agresores/as
Suelen tener las siguientes características:
Víctimas
Son factores de riesgo que aumentan la probabilidad de que un alumno/a sufra acoso:
Pueden ser indicadores que un alumno/a esté sufriendo acoso escolar las siguientes circunstancias o comportamientos:
El hecho de observar algunas o varias de estas situaciones no permite determinar, de manera irrefutable, la existencia de bullying. Sin embargo puede servir como señal de alarma para una investigación o seguimiento más detallado del caso que permita confirmar, o rechazar, la existencia de esta posibilidad.
Espectadores/as
Tienen esta denominación el alumnado que presencia las agresiones. En muchos casos jalean, animan y aplauden dichas agresiones (espectadores antisociales), en otros casos, aunque no lo aprueban ni participan, se inhiben de implicarse en la defensa de las víctimas (espectadores neutros), mientras que un pequeño grupo puede tratar de ayudar a la víctima (espectadores prosociales).
Adultos
Suelen detectar el problema cuando ya ha tomado unas proporciones evidentes y con frecuencia graves. A veces tardan en reaccionar al pensar que estos conflictos son cosas de niños. (Ver Anexo I: “Mitos e ideas erróneas sobre el maltrato entre escolares”).
¿Qué consecuencias tiene?
El acoso escolar produce un daño psicológico y emocional que puede afectar el desarrollo socioemocional y de la personalidad de todos los agentes implicados.
Para el maltratado/a:
Para el maltratador/a:
Para la comunidad escolar: